En una ciudad como Londres, una muchacha bellísima de dieciséis a diecisiete años, si no tiene la protección de riquezas y parientes, se halla expuesta a los mayores peligros. El carácter de los ingleses participa de las ventajas y defectos de la situación política de la nación. El poder nacional hace frecuentemente orgullosos a los individuos. El espíritu determinado y frío que les da victoria en las batallas los hace formidables para la moralidad del otro sexo. Las jóvenes con caudal y con parientes bien conocidos son generalmente miradas con respeto por los ricos ociosos que, según la opinión pública, fijan la moda y son llamados fashionables. Pero, según los principios disolutos que esta clase generalmente adopta por código moral, toda joven pobre y bien educada, como por ejemplo las ayas, es, según su diccionario de germanía, caza (game), dando a entender que es lícito perseguirlas por entretenimiento donde quiera que se encuentren. Por supuesto que las pobres modistas se consideran como ferae natura e indomesticables. Los corsarios de profesión las reclaman como suyas.
José María Blanco White
Luisa de Bustamante o una huérfana española en Inglaterra
1840
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