EL INFORME DE JOVELLANOS Y LAS CARTAS DE CABARRÚS



París, 11 de julio de 1789: el pueblo se alza contra el Antiguo Régimen y toma la Bastilla.  En España, reciente aún la muerte del buen Carlos III ―El Político, El Mejor Alcalde de Madrid―, el miedo se apodera de su sucesor Carlos IV, hombre preparado pero débil, y  atenaza también a la nobleza.  Añadido a ello el agravamiento de una economía terriblemente enferma por razones sistemáticas y, en especial, por una administración inoperante, se comprenderá el atrincheramiento involucionista de la Monaquía y el fin de una esperanzada época de reformas.
Y con el miedo, se hace el silencio.
Francisco Cabarrús Lalanne, el financiero más importante del momento, creador del Banco de España (entonces de San Carlos), promotor de la primera emisión de deuda pública, y con numerosos enemigos en aquel momento por su talante reformista, es perseguido y encarcelado en el castillo de Batres, en Madrid, por una supuesta malversación.
Reina el silencio. Los sucesos de París pesan en España. 
Solo una voz, valiente, leal, digna, e indignada por dicho apresamiento, se deja oír. Pero nadie la escucha. Es la de Jovellanos ―consejero de Órdenes, entonces en Salamanca por motivos oficiales―, que se planta en Madrid ante el mismísimo Campomanes. Pero el Presidente del Consejo de Castilla no lo recibe. Todos en la corte le hacen el vacío porque todos saben que busca razones. Pero las luces que hasta hacía solo unos meses prometían iluminarlo todo en Madrid, se han apagado.
Y mientras, en Francia, Luis XVI y su esposa, la célebre María Antonieta, intentan una fuga inmediatamente abortada.  El pánico, el terror, crece entre nuestra nobleza. Y Jovellanos, crítico y por ello también peligroso, caerá igualmente en desgracia. Se cuestiona su precipitado regreso a Madrid sin los permisos oficiales y se le ordena marchar hacia Asturias en una misión oficial que, en realidad, encubre un auténtico destierro para que en la capital siga reinando el silencio. En palabras de Manuel Álvarez-Valdés, Jovellanos se jugó su presente y su futuro –y los perdió– por apresurarse a correr, desde Salamanca a la Corte, para defender a su amigo Cabarrús, caído en desgracia[1]
Asentado ya en su Gijón natal, Jovellanos acomete interesantes trabajos y proyectos, pero sobre todo concluirá un estudio que le ha llevado años: El informe sobre la Ley Agraria (1795).
Pero, ¿quién es Jovellanos y por qué ha resultado ser un personaje tan valorado como escasamente conocido? ¿Dónde esconde esas credenciales que lo hacen pasar, próximo al genial Goya, como una de las figuras más representativas de la Ilustración española del siglo XVIII? Jovellanos, sí. Mucha gente habla de Jovellanos. Muchos saben quién fue Jovellanos. Y hasta se le pone cara por el célebre retrato del pintor aragonés. Pero, ¿qué hizo para pasar a la Historia con nombre y brillo propios? Estos interrogantes no encuentran en Jovellanos la respuesta precisa que hallarían, por ejemplo, en el mismo Goya, o en Cervantes o en Carlos I, o en Cristóbal Colón. ¿Dónde reside, pues, el atractivo del personaje histórico que ha pasado a ser Jovellanos? No será por su prosa, a pesar de ser la mejor del siglo XVIII, según Menéndez Pidal. Menos aún por su poesía. Nada inventó. Ninguna idea vital, absolutamente propia y personal aportó. Ni se le conocen actos puntuales especialmente heroicos, al margen del mentado episodio por el apresamiento de su amigo Cabarrús. ¿Cuál es, pues, el secreto que esconde Jovellanos para que pensadores de la talla de Julián Marías lo sitúen junto a Goya, como la figura más representativa de la Ilustración española? En realidad ningún logro espectacular, pero sí un montón de grandes detalles todos ellos prendidos a un único y vital hilo conductor: su honradez. Jovellanos fue, por encima de todo, un hombre leal, con todo lo que ello implica.  Cuando uno es honrado y leal consigo mismo, es digno.  Si lo es con los demás, es honorable. Si con los suyos y con lo suyo, patriota. Y, en todo momento, sin necesidad de esos actos puntuales heroicos, el hombre honrado, casi de una pieza (y ponemos el casi porque estamos entre humanos), mantiene una actitud de constante valentía. Ahí está el enigma de este críptico personaje que, a pesar de dejarnos unos interesantes Diarios, poco o nada nos revela de sí mismo. Porque la generosidad de Jovellanos solo mira hacia fuera, todo lo entrega. Él mismo se entrega.  
Pero vayamos, aunque sea brevemente con su Informe.  Para empezar, un monumento literario. Y no se lleve a engaño el lector por el  prosaico título ni por la propia naturaleza burocrática del texto, pues tiene en sus manos la obra económica española más editada, comentada y discutida, y probablemente más leída, de los tres últimos siglos[2]. ¡Y ello a pesar de que, durante muchos años y hasta hace bien poco, resultaba poco menos que inaccesible incluso a los especialistas por estar incluido en el Índice de libros prohibidos y por la inercia editorial posterior de tal circunstancia![3].  No, no se asuste el lector, pues la  lectura pausada del Informe constituye o puede constituir una experiencia placentera y fructífera por el análisis económico contenido, por su claridad sistemática, por el brillante estilo literario y por la relevancia en la historia española. Es el escrito que ha proporcionado mayor reconocimiento a Jovellanos y constituye además una obra sobresaliente en el pensamiento económico y político español [4].
A un liberal le sobran muchas normas. Y, de hecho, el Informe lejos de proponer una nueva Ley Agraria aboga por la abolición de las muchas existentes, verdaderos obstáculos a la eficacia productiva del sector agrario, único entonces capaz de evitar el hambre y la pobreza que acuciaban a aquella España negra. Jovellanos expone la situación, la analiza y ensaya soluciones.  Tres son los principales estorbos (hoy hablaríamos con menor precisión de "obstáculos") que impiden una agricultura aprovechada:
Los políticos o legales. Eliminando toda la legislación que molesta y cuestionando especialmente los baldíos, las tierras concejiles, la prohibición del cerramiento de terrenos, los privilegios de la Mesta, las manos muertas y los mayorazgos, la circulación sin trabas aduaneras de los productos de la tierra y todas aquellas contribuciones que dificultan la producción y el libre comercio.
Los morales o de opinión, fomentando la ciencia y la instrucción técnica, tanto en los gobernantes, como en los propietarios como en los labradores. 
Y los físicos o naturales. Esos estorbos geográficos y climáticos que enturbian el mejor aprovechamiento de la tierra, planteando problemas de riegos por falta de agua o de transporte por los propios accidentes naturales, que pueden y deben resolverse para un fluido transporte, terrestre o fluvial. Aquí se harán necesarias obras de mayor o menor envergadura, pero el propio Jovellanos alerta que, sin embargo, son mucho más fáciles de resolver estos estorbos físicos que los dos anteriores, derivados de la política, la moral, el prejuicio o la ignorancia.
En definitiva el problema económico de España, dice Jovellanos, no está ni en su geografía, ni en su clima ni en la tierra. El problema está en la falta de los mínimos conocimientos y las necesarias actitudes para abordarlo de una forma adecuada.  Jovellanos pudo haber optado por descargar en su Informe los lugares comunes (hoy diríamos las opiniones políticamente correctas) imperantes. Pero, valientemente, esgrimió su propia y personal visión, una visión ilustrada de años de estudio y análisis, contraria al obsoleto sistema feudal todavía vigente. Por eso, el Informe sobre la Ley Agraria constituye un valioso documento para conocer la época y el lugar, las costumbres, los problemas económicos y la forma de afrontarlos y, cómo no, también por su carácter de herramienta de análisis, e incluso método y plantilla para sucesivos estudios de igual naturaleza. De ahí su enorme éxito no solo en España sino internacionalmente, con nada menos que cinco traducciones europeas en la propia época[5].  Sin olvidar su influencia en puntuales acontecimientos del siglo XIX. De hecho ―tiene dicho Francisco Tomás y Valiente―, las ideas de Jovellanos influirán notablemente en los liberales que pusieron en marcha las desamortizaciones del siglo XIX gracias a la enorme difusión de su Informe[6].
Jovellanos sería consciente en todo momento de la transcendencia y futura repercusión de su trabajo, a pesar de las dificultades habidas tras un primer destello de reconocimiento. Enormes dificultades.  Pues en 1800, de nuevo Godoy en el poder, ordena su detención y confinamiento en el mallorquín castillo de Bellver. Liberado en 1808, tras el motín de Aranjuez, rechazó formar parte del gobierno de José Bonaparte (y aquí se distancia de Cabarrús), fiel siempre a la independencia de su patria, anteponiéndola a las propias ideas afrancesadas, muchas de las cuales compartía. Y pasó a formar parte de la Junta Central (gobierno español frente a la ocupación francesa), en representación de su querida Asturias. Poco después, tras diversos avatares en aquellos tiempos revueltos, murió de un ataque de pulmonía en una más de las huídas a que vergonzosamente fue sometido.

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En el mismo contexto histórico en que Jovellanos había concluido con éxito su Informe, y a modo de comentarios al mismo, el propio Francisco Cabarrús, ya repuesto y liberado, y Conde de Cabarrús, redactó sus famosas Cartas sobre los obstáculos que la naturaleza, la opinión y las leyes oponen a la felicidad pública, dirigidas a Jovellanos.
El texto está compuesto de cinco cartas: “Sobre los cortos obstáculos que la naturaleza opone a los progresos de la agricultura, y los medios de removerlos” (Carta ); “Sobre los obstáculos de opinión y el medio de removerlos con la circulación de luces, y un sistema general de educación” (Carta 2ª); “Sobre los obstáculos de legislación, respectivos a la circulación de los frutos y a las imposiciones” (Carta 3ª); “Sobre la nobleza y los mayorazgos” (Carta 4ª) y “Sobre la sanidad pública” (Carta 5ª). Las cinco se hallan precedidas de una sexta “Carta al Excelentísimo Señor Príncipe de la Paz”, que Cabarrús dirige a Godoy como preámbulo de su obra, en la que expone los obstáculos que España debe sortear para alcanzar la felicidad, aspiración capital de la ideología ilustrada.
Estas curiosas Cartas, complemento interesante y contextual al Informe de Jovellanos, no precisan de mayor comentario puesto que el propio Cabarrús se ocupa de hacerlos casi de forma pormenorizada. Pero sí conviene destacar que constituyen un verdadero exponente de la mentalidad rousseauniana. Y es curioso ver en ellas la confluencia de dos tipos de ambiciones en cierta medida opuestas: de un lado, la postulada libertad que exige una mínima intervención del estado; y de otro, un casi enfermizo afán reglamentador, propio también de la época, que tiende a regular los detalles más nimios de la convivencia. Curioso es, a título de ejemplo, el primer proyecto unitario de reglamentación y control de la prostitución en España contenido en la quinta Carta.

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Lecturas hispánicas, presenta en esta edición los dos textos completos, tanto el Informe de Jovellanos como las Cartas (las cinco, que con la dirigida a Godoy hacen seis). Es de advertir que el Informe contiene notas a pie de página del propio Jovellanos.  A tales notas hemos añadido algunas de nuestra propia cosecha (también a las Cartas), como de costumbre no con una finalidad científica sino de mera aclaración, complemento o curiosidad, propia de la naturaleza divulgadora que inspira a nuestras ediciones. Por la misma razón, hemos añadido la traducción de los textos latinos contenidos en el Informe, así como un índice de nombres en la edición impresa.


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[1] ÁLVAREZ-VALDÉS Y VALDÉS, Manuel: Jovellanos, enigmas y certezas. Fundación Alvargonzález. Gijón,  2002.
[2] VICENT LLOMBART: El Informe de la Ley Agraria y su autor en la historia del pensamiento económico, trabajo que forma parte de la publicación colectiva: Reformas y políticas agrarias en la historia de España (De la Ilustración al primer franquismo) Madrid, 1996, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación
[3] ÁLVAREZ-VALDÉS refiere, de primera mano esta dificultad a finales de la década de los 40: …las posibilidades de conocer de primera mano alguna obra de Jovellanos eran prácticamente inexistentes; y no digamos el Informe sobre la Ley Agraria, que estaba incluido en el Índice de libros prohibidos por la Iglesia, a pesar de lo cual la selección de Francisco Cantero recoge una parte. (Ob. cit.).
[4] VICENT LLOMBART y  JOAQUÍN OCAMPO SUÁREZ-VALDÉS: "Para leer el Informe de la ley Agraria, de Jovellanos". REVISTA ASTURIANA DE ECONOMÍA. RAE Nº 45 2012.
[5] Ver LLOMBART y OCAMPO. Ob. cit.
[6] TOMÁS Y VALIENTE, Francisco. El marco político de la desamortización en España Barcelona: Ariel,1972.  



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