El
carácter de Polonio (Lord Chambelan del Rey de Dinamarca, que
equivale a Sumiller de Corps) jamás se desmiente. Viejo ridículo, presumido,
entremetido, hablador infatigable: destinado a ser el gracioso de la Tragedia.
Los que se obstinan en defender cuánto deliró Shakespeare, dicen que el
carácter de este personaje está bien seguido, y tienen razón: dicen también que
en las Cortes y en los Palacios hay abundancia de estos bichos ridículos, y
también es cierto; pero tales figuras son buenas para un Entremés, no para una
Tragedia. Los afectos terribles que deben animarla, las grandes ideas de que ha
de estar llena, la noble y robusta expresión que corresponde a tales pasiones,
la unidad de interés que nunca debe debilitarse; todo esto se aviene mal con
las tonterías de un viejo chocarrero y parlanchín. No basta que la naturaleza
nos presente esta unión confusa de objetos. Un buen Poeta no debe imitarla como
es en sí: desecha lo inútil e inoportuno, elige lo que es conveniente a sus
fines, y en esta elección consiste el gran secreto del arte. Es muy natural,
que cuando Antonio presentó en el Foro Romano a vista del pueblo, la túnica
ensangrentada de Cesar, hubiese alguna vieja mugrienta y astrosa, que en un
rincón vendiese higos o asara castañas; pero si un pintor se atreviese a
introducir esta figura grotesca en un cuadro de aquel asunto, se burlarían de
él los inteligentes, y en vano gritaría para disculparse que era natural. Sí,
es natural (le dirían), pero destruye el efecto que tu pintura debía producir;
es natural, pero inoportuno y ridículo, y tú eres un artífice ignorante, puesto
que debiendo imitar la naturaleza, te ceñiste solo a copiarla.
Hamlet
(Notas a la versión española de Moratín)
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