Esta unión, como acabamos de ver, fue obra exclusiva de los monarcas. La realizaron por la conquista o por enlaces de familia. Por este sistema habría sido difícil, cuando no imposible, como no hubiesen prevalecido en los diversos Estados de la Península la monarquía, el principio hereditario y la absurda doctrina de que los pueblos pertenecen a los príncipes. De otra manera, sobradamente lo comprenderá el lector, no habría podido logrársela sino por el sistema federativo, que es para la creación de las grandes naciones el único racional y legítimo. La hicieron los reyes, y éstos, como hemos visto, movidos en general, no por la idea de la unidad, sino por la de su engrandecimiento. El mismo D. Fernando el Católico, muerta doña Isabel, tuvo sus deseos de volver a separar Aragón de Castilla; y a lograr hijos de su segunda esposa, doña Germana de Foix, es fácil que los hubiese convertido en hecho. La idea de la unidad tal vez no estuviese más que en Isabel I y Felipe II.
Francisco Pi y Margall
Las Nacionalidades (1877)
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