Ulises (El Mundo) |
En los ríos de Madrid y Cuenca (Lozoya, Júcar, Huécar y otros), entre los inmensos pinares, hubo molinos de papel con los que se hicieron los periódicos, con los que se podían hacer gorros de Napoleón. Yo bajaba en bicicleta por las hoces de los hocinos y de los batanes entre los camiones de madera y me contaban que, en esos molinos cubiertos de ortigas, se fabricó papel para el Siglo de Oro. Me juntaba con los poetas que escribían en una revista que se llama Molino de papel y me explicaban que el papel era un arma y también podía ser un violín.
El papel, qué placer y qué angustia ante «el vacío que defiende su blancura», escribió Mallarmé. Pero pasarán los años y el papel volverá a ser ropa vieja; la tableta es la nueva piel de cabra para la escritura. Ahora el folio es una pantalla, donde bailan los dedos y se cuentan las palabras y los caracteres; cada cual puede tener su periódico, su editora y su quiosco en casa.
La nueva era se llama internet y tiene, como la primera, la de Gutenberg, enemigos poderosos. Entonces, 26 soldados de plomo derrumbaron el feudalismo; hoy siguen las coacciones de los poderes, pero el control es imposible. Todo está conectado, todo está grabándose, retratándose, en una orgía de interacción y propaganda, agitación y denuncia. La red es el buzón de la protesta, una infinita estatua de Pasquino.
Contra el prodigio, denuncian que se ha puesto en marcha una contrarrevolución. Tim Berners, el creador de la web, avisa de la inquietud de los gobiernos y sus intenciones de censurar los efectos demoledores de la red. El imperio está mirando nuestros calzoncillos, el móvil es un aparato de espionaje. Julian Assange, el exiliado en la embajada de Ecuador en Londres, denuncia que internet es una gigantesca máquina al servicio del poder, y que ha sido tomada militarmente por Estados Unidos. El fundador de Wikileaks sigue encerrado con un ordenador, una pequeña cocina y una cinta para correr.
Declara que es difícil despertar durante 500 días y ver las mismas paredes, y está preocupado por su familia, a la que amenazan con matar los blogueros psicópatas. Es que los enemigos de la libertad de la red no son sólo los poderes, sino los depredadores y resentidos que acosan a la gente.
Contra ellos hay que seguir el consejo del florentino: «Segui el tuo corso, e lascia dir la gente» (Sigue tu curso y deja que la gente hable). Adoremos la pantalla luminosa que, como el papel de los molinos, es un arma y un violín.
Raúl del Pozo
El ruido de la calle
27 de noviembre de 2013
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