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LA SIMIENTE (J.M. Vargas Vila)

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puesto que el jardín de la vida le ofrecía aún esa flor, ¿por qué no cogerla? puesto que aun quedaban para él, besos sobre los labios, ¿por qué no apurarlos? hombre de carne y de fornicación, si el Destino le deparaba aún una mujer, ¿Por qué no gozarla? la gozaría a la orilla del sepulcro... y, ¿después?.¡que la nada sea!...
buscó un apartamento amueblado, donde poder recibir libremente a esta su última querida; ¿la última? no: la última sería la Muerte; ésta no era sino un alto, en su carrera vertiginosa hacia el sepulcro;

un alto, el momento de un beso; nada más;
halló el apartamento, en un gran palacio señorial, sobre un patio desierto, donde la calma y la quietud, lo invitaban a acotar hasta la locura esta pasión ardiente y tardía, que había florecidocomo un crisantemo a la orilla de la tumba;
¿era el Amor? ¡Oh! no; la pasión de la mujer no pudo nuncatomar ese nombre, en la vida de Leonardo Bauci;
la mujer para él no era sino el más bello instrumento de placer sobre la tierra, no le sospechó nunca un alma;
ahora mismo, pensando en Elbina, no sentía sino sus besos,no rememoraba sino su carne, ¡su pobre carne, devorada por la tisis! y, era de ese amor todo sexual, que había sufrido; y, era por ese amor que quería sufrir; ¿por ese amor? no; por el florecimiento de ese Amor; 
porque en una mujer ese amor había fructificado, y en esa flor de amor había él, puesto todo su corazón, toda su vida, porque había amado a su hijo, y su hijo no era ya... de eso moría; moría de su soledad;
el deseo de la carne, era lo único que sobrevivía en él, y era el que brillaba a esta hora, sobre su vida tan triste, como un fanal sobre las aguas muertas...
Sonia, resucitaba la sombra de todas las mujeres amadas por él, y de cuyos besos guardaba un recuerdo de ardor, como una quemadura sobre los labios;
sin embargo, ninguna parecía haber tenido la voluptuosidad sombría de esta mujer, hallada así, ante la muerte, en esta ciudad de espejismos y de desolación... sus besos tenían algo de Eternidad: se diría que la Muerte besaba por sus labios... su beso, imperativo y fatal, daba todos los vértigos; el amor subía en ella como una fiebre mortal, salía de ella como el aliento de un lago palúdico, donde aletea la muerte; era la locura de la carne, la que reinaba en ella;
en aquel cuerpo maravilloso y fúlgido, corrían los escalo-fríos del placer, con la intensa acuidad de una epilepsia pitonisíaca; era un vértigo rojo el que daban los labios de aquella mujer, cuyas concupiscencias sabias tenían los ardores rituales de una hoguera de sacrificios; se diría una fuente alticarada donde los labios enloquecidos no se saciaran nunca; 
bajo aquel vientre adorable y conquistador, parecía haberse concentrado todo el fuego de los sexos, en un solo símbolo,apasionado y triunfador;


J.M. Vargas Vila
La Simiente (1906)


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