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PETRONIO, ÁRBITRO DE LA ELEGANCIA (Tácito)



Tenía Petronio por costumbre dormir los días y valerse de las noches para hacer en ellas sus negocios y tomar sus deleites, regalos y pasatiempos. Y como otros por su industria y habilidad, éste por su negligencia y descuido había ganado reputación; y con todo eso no era tenido por tabernero y desperdiciador, como lo suelen ser muchos que por este camino consumen sus haciendas, sino por hombre que sabía ser vicioso con cuenta y razón. Sus dichos y hechos, cuanto por vía de simplicidad y descuido se mostraban más libres y disolutos, tanto se recibían y solemnizaban con mayor gusto.

Pero, sin embargo de esto, cuando fue procónsul de Bitinia y después cónsul dio buena cuenta de sí, y se mostró vigilante en los negocios públicos. Vuelto después a los primeros vicios o a su imitación, fue recibido de Nerón por uno de sus más íntimos familiares, para ser árbitro y juez de las galas y términos cortesanos; no teniendo Nerón por gustoso ni agradable en aquella gran abundancia y avenida de vicios sino solo aquello que aprobaba Petronio; de donde tuvo origen el aborrecimiento de Tigelino, como contra émulo y competidor suyo, y más privado que él en las materias deleitosas y sensuales. Tigelino, pues, tomó para derribarle el camino de la crueldad del príncipe, inclinación a que se rendían en él todas las demás, imputando por delito a Petronio la amistad que había tenido con Cevino, y sobornando a uno de sus esclavos para que sirviese de acusador. Con esto, por quitarle la comodidad de defenderse, hizo arrebatar la mayor parte de su familia y ponerla en estrechas prisiones.
Acaso había ido César aquellos días a la provincia de Campania, y llegando Petronio hasta Cumas, fue detenido allí.


Tácito y Suetonio
Traducción: Carlos Coloma de Saa
Lecturas hispánicas, 2014




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