9.3 Las claves de Viktor Emil Frankl, el psiquiatra
judío víctima de los nazis, fundador de la logoterapia y padre del moderno análisis
existencial.
Por
su condición de judío, Viktor Frankl, un joven psiquiatra vienés, fue
perseguido por los nazis e internado en los campos de concentración de Auschwitz
y Dachau. Huelga expresar que sufrió por tanto las más infernales vivencias que
un ser humano puede experimentar. Desde su perspectiva profesional, desde su
formación como psiquiatra, las observó, las analizó, las escribió y,
finalmente, al haber conseguido salir con vida de aquel infierno, pudo plasmarlas
en uno de los libritos más interesantes para conocer de viva voz y por una
mente experta las incalculables fuerzas que atesora el ser humano para afrontar
los momentos más críticos que nadie pueda imaginar. Contempló y padeció ―en carne propia y ajena―
el dolor físico, el maltrato, el hambre, la enfermedad, el desasosiego, la
vejación, el sufrimiento ajeno, la soledad, la ausencia de la familia, la
ignorancia sobre el paradero y situación de sus seres más queridos y, por
supuesto, el crimen, el crimen más absurdo e injusto (si es que hay algún
crimen que no sea absurdo e injusto).
Pero sobre todo, como queda dicho, descubrió que el ser humano es capaz
de encontrar la felicidad en las situaciones más extremas, físicas y/psíquicas.
“El
hombre en busca de sentido”[i]. Este es el título del libro en que descargó todas
aquellas experiencias y los análisis, pensamientos y reflexiones que le
suscitaron. Después de leer este interesante testimonio, si uno se creía desgraciado
sentirá ―casi― cierto arrobo y vergüenza, porque todo parece una nimiedad
comparado con experiencias tan terribles.
¿Y
cuáles son las claves de Viktor Frankl para encarar aquellas extremas
situaciones? Lo dice el propio título del libro: buscar sentido al yo, a la
propia vida, al mundo, al bien y al mal, a la riqueza y a la pobreza, a la
felicidad y a la desgracia. Lo mejor lo
llevamos dentro y sólo desde dentro disfrutaremos de todo lo que nos rodea. Pero para eso, hemos de lanzarnos de
inmediato a su búsqueda, a su encuentro.
Y eso, esa búsqueda, no se da, no existe, si andamos “entretenidos” en
externas (y por tanto ajenas y extrañas) banalidades; banalidades que, además,
pueden sernos arrebatadas, mientras que lo que llevamos dentro nadie, ni en las
circunstancias más extremas, podrá nunca quitárnoslo: la introspección, el
análisis, la cultura y el arte. Estas
son las claves. Y olvidémonos de buscar
otras (religión aparte) porque no existen.
Encontrado
el sentido de nuestra vida encontraremos el deseo, la necesidad de vivir. Y seremos capaces de afrontar y resistir
todas las desgracias y padecimientos. Es
más, daremos valor a nuestro sufrimiento como un medio más de alcanzar nuestros
objetivos. Y esa gimnasia mental nos fortalecerá más, incluso, que la mejor
forma física. Curiosamente, constata a este respecto Viktor Frankl que las
personas sensibles acostumbradas a una vida intelectual más rica resistieron
mejor y sobrevivieron más en aquellas miserables torturas que las de complexión
más fuerte y vigorosa.
Hay mucha sabiduría en Nietzsche cuando dice:
"Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo."
Yo veo en estas palabras un motor que es válido para cualquier psicoterapia.
Los campos de concentración nazis fueron testigos (y ello fue confirmado más tarde
por los psiquiatras norteamericanos tanto en Japón como en Corea) de que los
más aptos para la supervivencia eran aquellos que sabían que les esperaba una
tarea por realizar.
En cuanto a mí, cuando fui internado en el campo de
Auschwitz me confiscaron un manuscrito listo para su publicación. No cabe duda
de que mi profundo interés por volver a escribir el libro me ayudó a superar
los rigores de aquel campo. Por ejemplo, cuando caí enfermo de tifus anoté en
míseras tiras de papel muchos apuntes con la idea de que me sirvieran para
redactar de nuevo el manuscrito si sobrevivía hasta el día de la liberación.
Estoy convencido de que la reconstrucción de aquel
trabajo que perdí en los siniestros barracones de un campo de concentración
bávaro me ayudó a vencer el peligro del colapso[ii].
Esa es la cuestión:
encontrar sentido a nuestra propia vida.
Pero para encontrarlo es necesario buscarlo. Cuando no buscamos nada es que nada queremos
encontrar, y entonces hasta el ruido de un coche que pasa bajo nuestra ventana
nos molesta y agrede. ¿Por qué? Porque no tenemos nada mejor a qué atender. Por
eso. Y por esa misma razón nos aburrimos
mortalmente como niños que no tienen ante sí algo nuevo. Y por ese aburrimiento buscamos matar el tiempo en vez de aprovecharlo como lo aprovechan quienes
tienen algo que encontrar y, por tanto andan buscando, creciendo. He ahí la clave: el sentido de nuestra propia
vida. A muchos les parecerá una banalidad, cierto, ¡pero qué aburrimiento y qué
dolor carecer de ella! No daremos así
con la felicidad, seguro. Pero la
rozaremos. Y rozar la felicidad es a lo
que más puede aspirar un ser humano.
En todo caso… En todo caso nunca hemos de renunciar a ella.
Servando Gotor
¿Crisis? Nunca pasa nada
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