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LECTURAS HISPÁNICAS EDITA "AURA O LAS VIOLETAS", UNA NOVELA DE AMOR DE VARGAS VILA

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Aunque José María Vargas Vila mantenga que Aura o las violetas no es una novela, uno no acaba de creerse ni que él mismo se lo crea. Primero, porque tiene reconocido que el género novelesco emana de las selvas del romanticismo a outrance para avanzar hacia la victoria definitiva del Yo, alejándose así de patrones objetivos.  Y, segundo, porque tal reconocimiento le empujará definitivamente a una reivindicación de la libre estética: si escribiera como tantos, sería uno de tantos, no sería yo, tiene dicho.  Pero es que Aura o las violetas no solo es una novela, sino que es —además— una gran novela (lo cual, obviamente, nada tiene que ver con la extensión).  Y no lo decimos por la manida afirmación, más bien constatación, de que en la novela todo vale y todo cabe, sino porque esta concreta narración (o esta relación, como él la llama) contiene todos y cada uno de los ingredientes de la clásica novela del XIX, que es tanto como decir de la Novela con mayúsculas de la época en que el género marcó leyes tan firmes que todavía, dos siglos después, siguen en vigor para el gran público (los happy few Stendhal).  Normas que siguen ahí a pesar de las vanguardias de principios del XX y de esa irrupción del Yo —y sobre todo del Yo inconsciente— que, es verdad, ha revolucionado el arte en general y el género narrativo en especial, enriqueciéndolo y alejándolo de aquellos cánones decimonónicos, al menos para una minoría selecta.
Aura o las violetas (1887), si bien incorpora ya ciertas licencias en cuanto a puntuación (en todo caso evidentes), es la típica narración romántica.  Y a todo aquel que guste del clásico relato con trama —una trama por lo demás sencilla, y en esto sí estamos de acuerdo con su autor—, fiel a ese patrón clásico que exige un planteamiento, un nudo y su oportuno desenlace, tiene aquí una de las grandes novelas de amor en la que se cuenta lo que el hombre viene contando desde que es hombre (y lo es desde que adquiere la capacidad de contar).  En definitiva, una narración para el lector que persigue emocionarse y disfrutar con una hermosa historia de amor imposible, perfectamente pergeñada para ello: Aura y el narrador se conocen desde niños y el roce da paso al amor (planteamiento); pero circunstancias terrenas y, por tanto, de índole material, los separan impidiendo así que ese amor pueda consumarse (nudo) y al final...  Bueno, el final siempre hay que dejar que sea el propio lector quien lo descubra.
Aura o las violetas es, además, la primera novela de José María Vargas Vila y quien la lea no dará crédito a las cosas que se dicen de su autor, porque parece escrita —y en el fondo seguro que lo está— por un alma tierna y sencilla.  Sin embargo, Vargas Vila (Colombia, 1860 - España, 1933) con una niñez y juventud nada sencillas, no sólo fue —ideológica y políticamente— radical y revolucionario, sino, también, desde el punto de vista personal, un hombre incómodo que criticó a todo y a todos.  Y quizá no esté claro si fue por tal motivo por lo que anduviera proscrito en los ambientes literarios más eminentes o, por el contrario, sus invectivas fueran la causa de tal proscripción.  En todo caso, estamos ante una personalidad plenamente libre: el Panegírico, es la fortaleza de los esclavos, la Libertad alza el Libelo que es la tribuna de los libres.
Jorge Luis Borges destacó el talento de Vargas Vila al incluirlo en su Historia universal de la infamia,  donde recogió este insulto de nuestro autor al poeta Santos Chocano: Los dioses no permitieron que Santos Chocano deshonrara el patíbulo muriendo en él. Ahí está vivo después de haber fatigado la infamia. Consuelo Triviño recoge algunas de sus descalificaciones más sonadas.  Bástennos dos: a Ortega lo tildó de Einstein con boina; y de Eugenio d'Ors dijo conmoverle el esfuerzo que hacía para pensar sin lograrlo.  Manuel Machado afirmó que de él podría decirse como de Montalvo: su pluma, cuando insulta, inmortaliza.

Pero nada que ver estas hieles con nuestra novela... O tal vez sí, tal vez provengan de esa infancia y juventud difíciles (frente bélico incluido) y aparezcan siquiera sea soterradamente, in nuce, en Aura o las violetas: una novela quizá aparentemente, sólo aparentemente, tierna. 



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