La lengua española estaba tan difundida en Italia (y en Francia, y en Alemania, y en Inglaterra), que los embajadores empleaban intérpretes para hablar ante el Senado veneciano y los españoles no. Todo el mundo se había hecho pueblo español, y el
castellano era la lengua más necesaria entre todas las que se hablaban entonces. Muchas palabras españolas, que entonces entraron en el vocabulario italiano vivo, penetraron en aquel tiempo,
como el ya citado mozzo (el mucciaccio no tuvo fortuna) que Ariosto
ofrece italianizado, pero aún con la procedencia extranjera fresca
«si fuese mozo de espuela», así como lindo, sfarzo (esfuerzo), complimento, creanza, disinvoltura, sussiego y otros. Español es el
aio (ayo), por preceptor; buscare, aprovecciarsi (aprovecharse); vocablos militares, como rancio (rancho) y arrancharsi
(comer o tomar el rancho); vocablos mairineros y palabras árabes y americanas que vinieron a nosotros a través de
España, como manteca, riso (arroz), rucchero (azúcar), chicchera
(jicara). Infinidad de españolismos penetraron en los dialectos, primero en el siciliano, después en el napolitano y luego en los lombardos). Vocablos que en la lengua y en los dialectos entraron
con las cosas y con las nuevas formas y significados que las cosas
tenían. Por los ejemplos que hemos aducido hemos visto que principalmente se emplearon en las costumbres de la buena sociedad
y en la vida militar y marinera.
Benedetto Croce
España en la vida italiana durante el Renacimiento.
Versión española de José Sanchez Rojas.
Mundo Latino. Madrid, 1900.
(Ejemplar de la Biblioteca Robarts
de la Universidad de Toronto,
disponible en Internet: Open Library.)
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en Open Library,
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