LAS PROPUESTAS DE CABARRÚS EN MATERIA DE SALUD (Gerard Jori)

El conde de Cabarrús, financiero de origen francés naturalizado español, es normalmente recordado por su idea de emitir valores reales para hacer frente a los gastos de la guerra contra Inglaterra y, sobre todo, por haber planteado el proyecto de creación del Banco de San Carlos, primer banco nacional que existió en España. Hacia 1793 y 1794, durante el periodo de prisión de cinco años al que estuvo sometido, Cabarrús redactó el grueso de unas Cartas sobre los obstáculos que la naturaleza, la opiníon (sic) y las leyes oponen a la felicidad pública, que no serían publicadas hasta 1808. Aunque esta obra de estilo epistolar constituya un extenso comentario a uno de los primeros borradores del Informe de la Ley Agraria de Jovellanos, en ella aparece perfectamente reflejado el pensamiento político, económico y social del financiero ilustrado, quien además anticipó, de forma casi visionaria, algunas situaciones que el futuro había de confirmar, tales como la existencia de un sistema monetario universal. En este apartado aludiremos brevemente a las consideraciones introducidas por el autor en relación a la asistencia social y el resguardo de la salud colectiva.
En la Carta I del libro, Cabarrús manifestó una honda preocupación por el gran número de pobres que había en España, sugiriendo como solución al problema un plan de centralización y racionalización de la acción asistencial. En esencia, el autor propuso que se empleara a los pobres hábiles en la construcción de las infraestructuras que el país necesitaba, tales como caminos, canales y puertos. La base de dicho plan consistía en la creación de un “fondo de socorros” que canalizase a través del Estado todos los recursos dedicados a la beneficencia, y mediante el cual se sufragasen los gastos de construcción de las obras públicas. Además, el financiero ilustrado sugirió que se creara en cada localidad una junta de caridad compuesta por el alcalde, el cura y un mínimo de tres vecinos para atender a las necesidades asistenciales de la población incapacitada para el trabajo.
Seguidamente, Cabarrús formuló una serie de propuestas para mejorar la situación de los expósitos, enfermos y desempleados forzosos. En cuanto a los primeros, el autor censuró la secular costumbre de estigmatizar a las madres que alumbraban hijos ilegítimos, pues, según él, ello alentaba el abandono de los mismos, y propuso que los niños desamparados fueran dados en adopción en vez de ser recogidos en instituciones asistenciales. Por lo que respecta a los enfermos, Cabarrús criticó abiertamente la situación de los hospitales españoles, donde, en su opinión, “lejos de distraer al enfermo, concurren como a porfía todos los objetos capaces de atormentar su imaginación”. Consecuentemente, se mostró partidario de que la asistencia médica fuera proporcionada en los domicilios particulares de los enfermos por facultativos municipales. “Arreglado así –añadió el financiero–, quedarían sólo para los hospitales, o aquellos hombres destituidos de toda conexión y parentesco, o aquellas enfermedades contagiosas, o aquéllas que piden operaciones extraordinarias”. Del mismo modo, el ilustrado desaprobó el recogimiento de las mujeres y niñas impedidas, sugiriendo como alternativa que este colectivo se dedicara a hilar tejidos de lana, cáñamo, lino y algodón en sus respectivas casas, para lo cual habría que proporcionarles las materias primeras necesarias.
En la quinta de las Cartas redactadas por Cabarrús, titulada “Sobre la sanidad pública”, el ilustrado formuló diferentes medidas para reducir la incidencia de algunas de las afecciones más mortíferas de la época. El autor dedicó una gran atención a la viruela, que recomendó combatir mediante el internamiento en lazaretos de los infectados por la temida enfermedad, de forma idéntica a como se hacía con la peste. Cabarrús detalló algunas de las características que habrían de tener los establecimientos cuarentenarios, cuya edificación se sufragaría con el fondo de socorros que había ideado. Además, señaló que, de llevarse a cabo su propuesta, se resolvería rápidamente la polémica en torno a la inoculación de la viruela, pues “se quitaría a sus adversarios el solo argumento razonable con que la contradicen, mirándola como un nuevo medio de propagar tan terrible enfermedad de nuestras poblaciones”.
Otro de los temas sanitarios abordados por Cabarrús es el de la prevención de la sífilis. Como era habitual en la época, el ilustrado relacionó la difusión de esta enfermedad con “el asqueroso libertinaje y la infame prostitución”. No obstante, al profundizar en las causas que explicaban la perversión de las buenas costumbres, el autor convirtió su escrito en un auténtico alegato en favor del divorcio, pues desde su punto de vista la secularización del matrimonio y la posibilidad de disolver esta unión contribuirían a reducir el número de adulterios, la demanda de prostitutas y, por ende, la propagación de las enfermedades venéreas. Cabarrús también sugirió un sistema de control del trabajo sexual con el fin de frenar el avance del mal gálico. Su propuesta radicaba en la apertura de mancebías en las principales poblaciones de España, donde las prostitutas podrían ejercer su actividad bajo determinadas condiciones: el burdel debería quedar bajo la autoridad de un regidor municipal y ser custodiado por un piquete de tropa; las mujeres adscritas a cada mancebía tendrían que ser visitadas diariamente por un médico y portar un distintivo durante sus salidas fuera del establecimiento; cualquier denuncia de contagio debería ser admitida a trámite sin comprobar su veracidad; las prostitutas enfermas serían obligadas a guardar cuarentena en un lazareto, y al tercer contagio serían deportadas a las colonias; etc.
Cabarrús también se ocupó de la prevención de las tercianas. Desde su punto de vista, era evidente que la aparición de esta enfermedad estaba relacionada con la presencia de aguas estancadas. Sin embargo, la constatación de que la dolencia también afectaba a los lugares secos le llevó a vincular su incidencia con la persistencia de determinadas situaciones de pobreza y marginalidad: “estas observaciones me harían discurrir que los malos alimentos, el rocío de las noches para el pobre que prefiere la inclemencia al ambiente abrasador de su reducida y mal abrigada choza, en fin, la falta de ropa para mudar la que se halla demasiado humedecida, todo esto contribuye a las tercianas; y si así fuese, el origen de éstas sería la miseria, y las providencias que disminuyesen ésta, disminuirían también aquella epidemia”. De ahí que el autor sugiriera un sistema de lucha contra las tercianas basado en la ayuda económica a los más necesitados a través de cajas de socorros públicos.
El ilustrado de origen francés abordó someramente otros temas relacionados con el quehacer sanitario. Por ejemplo, criticó la excesiva burocratización del máximo órgano político-administrativo de la sanidad española, la Junta Suprema de Sanidad, a la que además reprochó que “sólo se aviva cuando oye hablar de peste”. Por el contrario, abogó por organizar una política sanitaria centralizada y de conjunto dedicada a combatir de forma permanente las enfermedades de mayor incidencia social, proponiendo para ello que un cuerpo de facultativos fuera revestido de la autoridad necesaria para ocuparse adecuadamente del resguardo de la salud pública.

Gerard Jori
La política de salud en 
el pensamiento ilustrado español.
Principales aportaciones teóricas.
Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales
Barcelona, 2012


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